miércoles, 8 de junio de 2022

DESENFRENO

 

Señalada como «bruja cósmica» en los años de la psicodelia y el hippismo, Janis Joplin, la pionera cantante de rock, fue el símbolo femenino de la contracultura, la musa del movimiento que abogaba por la libertad, la paz y las flores, y la mujer que supo transmitir mejor que nadie, a través de su potente voz, las emociones sutiles y desgarradoras que la embargaban. Vivió a plenitud, atravesada por una vulnerabilidad que la llevaba a refugiarse en las drogas, y en busca constante del amor verdadero con hombres y mujeres que no lograban llenar los vacíos abismales al final de los conciertos. Su historia, narrada en la voz de su último novio, como una ficcional argucia del autor, cobra otra dimensión en esta novela donde el proceso de la escritura se va cuestionando, al tiempo que se bosqueja el perfil de la intérprete que supo despercudirse de las taras sociales que situaban a la mujer en un plano discreto y complaciente, para surgir cual huracán incontenible en pos de intensas sensaciones.


EL LENGUAJE DE LOS ESPEJOS

 

La literatura en su alta expresividad se funde con los personajes que la componen, en un ambicioso proyecto novelístico donde se interpolan textos para formar un mosaico de escenas, episodios y situaciones que muestran las variadas contradicciones de quien, confrontado con los que ejercen el oficio de las bellas letras, se ve reflejado en estas más que en el plano vivencial, puesto que su único y auténtico universo es el de los libros. Tanta agua ha corrido bajo el puente de las bibliotecas, que la vida novelada de un magistral autor parecería un simple ítem en la amplia bibliografía encargada de estudiar su obra. Sin embargo, esta novela intenta explorar de modo menos restrictivo la intimidad del hombre fuera de sus escritos, desmantelando el armatoste intelectual para presentarlo como un ser de carne y hueso, entre las vidas de otros importantes escritores que, por encima de su propia creación, beben de un mismo pozo.                  


NO ME GUSTAN LOS LUNES

 

El comportamiento de una singular niña que de pronto descubre que sus amigos imaginarios no son tan amistosos ni tan discretos, es la chispa que desencadena esta inquietante historia llena de preguntas y sobresaltos, donde los hilos conductores parecen manejados por un oscuro titiritero. Con problemas para adaptarse por su condición especial, nuestra protagonista se verá envuelta en líos y bullying que la llevarán a rechazar todo cuanto transcurre fuera del hogar, refugiándose en el dibujo para expresar lo que siente y vive dentro de su propio mundo. Temerosa de salir de casa, odia el inicio de la semana como una obligación que debe cumplir, lejos de sus fantasías y sus juegos huidizos, en un reclamo silencioso que le sirve de pretexto para echar a volar su alma libre y soñadora.


UN ALIENTO EN EL OCASO

 

Con sutil ironía y fresco desenvolvimiento, el tema del feminicidio se ve retratado en esta novela como una alerta al error de las apariencias y las máscaras, y transita entre los avatares adolescentes que se abren sin tapujos a las primeras experiencias. Tres son las tonalidades que comprende la oscura balada de Un aliento en el ocaso: el crimen, la corrupción y la inocencia; materias que inciden en el destino de la protagonista, Luciana Valverde, quien, no contenta con la suerte que le ha tocado padecer, se aferra a un último estertor y resuelve enfundarse el traje de la vindicación. Enfocado desde dos ámbitos distintos, la historia atraviesa dudas, asombros, descubrimientos, prácticas nuevas, que habrán de bosquejar un panorama incierto en el que los personajes terminan siendo víctimas de sus propios actos, en medio de una sociedad que incurre en la violencia, la inmediatez, el culto a la sensualidad, la carencia de valores, y todo ello narrado bajo el encapotado manto de la muerte.


domingo, 4 de mayo de 2014

EL JARDÍN DE LA DONCELLA

El nombre de Carlos Rengifo ocupa un lugar de importancia dentro de la narrativa peruana de las últimas dos décadas, esto debido a la variedad y calidad de su producción literaria, pero consideramos que su carrera alcanza, hasta ahora, su punto más álgido con la novela El jardín de la doncella. En su macroestructura, la obra presenta dos secciones: la primera alude a una Lima colonial clasista de mediados del siglo XVII, signada por los sismos, la pobreza, el pecado y el fervor religioso. En esta parte se relata el nacimiento y los primeros años de vida, hasta su llegada a la pubertad, de la hermosa beata limeña Magdalena de los Ángeles, la protagonista del libro. La segunda parte ahonda en su fe religiosa, que la llevará a un aciago desenlace.
A lo largo de toda la novela se aprecia a un narrador tradicional que se detiene morosamente en innumerables detalles significativos al narrar con periodos largos los múltiples acontecimientos que tejen la trama de la historia; lo mismo se aprecia al momento de describir a sus diferentes personajes y escenarios, siempre con un lenguaje muy bien pulido en cada estrofa, cadencioso, por momentos poético, que recoge el léxico y los giros lingüísticos de nuestra etapa colonial, lo que confiere a la novela densidad pero a la vez mayor verosimilitud y poder de persuasión. La historia avanza secuencialmente, pero con frecuentes saltos al pasado. La presencia de la analepsis no resulta gratuita, pues le sirve al narrador para ahondar en la vida de sus personajes con datos relevantes que les otorgan interés y vida propia, y suman en el tejido argumental de la novela.
Además de Magdalena de los Ángeles, desfilan en la novela de Rengifo toda una galería de personajes cautivantes y a la vez perturbadores, como la bella esclava Candulia, víctima de los abusos de su amo, aunque después terminará recorriendo los vericuetos de la ciudad para tratar de aplacar su jamás satisfecho apetito sexual. La ciudad de Lima aparece también como un espacio protagónico. Carlos Rengifo echa mano a su talento narrativo para pintarnos una Lima colonial de enormes casas con balcones y enrejados en los ventanales, un lugar poblado por españoles, criollos, mestizos, indígenas, portugueses y negros, todos moviéndose en sus respectivos espacios e interactuando en las plazas y mercadillos, y compartiendo un mismo fervor religioso y un mismo temor impuesto por el Santo Oficio. Cabe resaltar aquí el rigor con que se ha logrado configurar este universo narrativo donde la gran ciudad de Lima termina siendo el verdadero jardín de la doncella.
En suma, podemos concluir apuntando que si la novela La casa amarilla (Grupo Editorial Norma, 2007) nos mostraba a un escritor que alcanzaba ya la madurez narrativa, con esta novela se confirma lo anterior y convierte a Carlos Rengifo, indubitablemente, en uno de nuestros escritores más importante de las últimas décadas.
Fernando Carrasco

LA CHICA DEL SÓTANO

Desde diferentes puntos de vista, Carlos Rengifo ofrece una historia de amor y amistad entre dos adolescentes. Pero La chica del sótano no se detiene ante la maliciosa inocencia del descubrimiento de la mencionada atracción o poco le interesan las disquisiciones sobre la educación sentimental. El enamoramiento de Fabiano y Mediterránea es el emotivo entramado de una historia abyecta y sórdida que se ambienta metafóricamente bajo tierra, como alude con tanta precisión el título de esta novela.
A fin de mostrar los diversos detalles que intervienen en la construcción de una relación, Rengifo construye los espacios de acción de los protagonistas. Sin duda, el más interesante y complejo es el de Mediterránea, cuyo hogar disfuncional la ha convertido en una muchacha retraída, desconfiada y arisca. No obstante esto, Fabiano encuentra en Mediterránea una ruta para conocerse a sí mismo. Pero la respuesta a la declaración de amor se yuxtapone al doble drama que debe enfrentar Mediterránea: los miedos de su pasado y la incertidumbre de su futuro.
Con un final afortunado, pero no feliz, Rengifo no sucumbe a la tentación de arrancar románticos suspiros ni frívolas sonrisas a sus lectores. Su propuesta impone el peso y consistencia de la dura realidad: una niñez y juventud expuestas a los más viles instintos, prácticas y negocios de pornógrafos pederastas. Y en un epílogo de amplio espectro, se enfatiza que ninguna oscuridad extrema es suficientemente negativa como para destruir la esperanza.
José Donayre

LA CASA AMARILLA

De los numerosos narradores que comenzaron a escribir en la década de 1990, son pocos los que sobreviven en la memoria de los lectores. Quienes convirtieron a la marginalidad en una postal decorativa, quienes no cuestionaron ni la identidad ni el lenguaje de sus protagonistas, quienes nos ofrecieron fotocopias del artista adolescente y confesiones de una cáscara, han quedado atrapados para siempre entre el descaro y la promesa. Dentro de esta novelística JUM (joven, urbana y marginal), la novela más destacada por sus logros estilísticos y su capacidad de formalizar creativamente los conflictos de la degradación, la violencia y la soledad fue Al final de la calle (1993) de Óscar Malca. Por su parte, Carlos Rengifo publicó La morada del hastío (2001) todavía bajo el influjo de la novelística precedente; sin embargo, ya se observaba su capacidad en el diseño de personajes femeninos y su sintaxis minimalista que escondía una gran fuerza expresiva. La casa amarilla es una novela que desarrolla una historia literaria común, pero que alcanza ribetes notables por la cabal reconstrucción de la vida interior del personaje central, la adolescente Delicia.

Los silencios del narrador (no se dice explícitamente que la casa amarilla es un manicomio, que Delicia es esquizofrénica, que su padre la violó reiteradamente) y sus ambivalentes sugerencias crean una atmósfera que distorsiona la realidad y multiplican los sentidos de la lectura. Cuando Delicia mata a Barrabás elimina a su verdugo sexual, pero rompe el único vínculo que tiene con el mundo Real. Ella mata al producto privilegiado del Otro (al orden simbólico que legitima la realidad). Después de esto solo le queda la cárcel de su síntoma que se hace gradualmente más intolerable, pero que, simultáneamente, es la única brújula que tiene para orientarse. Por ello, para Delicia «lúcida solo dentro de sí misma, lo externo era ahora una nebulosidad que rara vez se clareaba». La pericia del narrador consiste en calar verticalmente en la lógica y el discurso de la locura y mostrarnos sus avatares sin dramas ni concesiones: «Se quitó los cisnes y fue a mirarse a la laguna, cogió el zapato y se peinó delicadamente, viendo en el reflejo las góndolas colgadas en la caverna». El sentido global de la novela se apoya en la intertextualidad con los colores incendiados y la conducta insana de Van Gogh, y con los poemas de Extracción de la piedra de la locura de Alejandra Pizarnik. También hay alusiones a la cultura de masas: la protagonista desea recrear la famosa escena del vómito de la niña de El exorcista. La audacia estilística y la belleza formal alcanzan su punto culminante en la digresión sobre la«fétida cloaca del linaje humano», como se autodenominaba Santa Rosa. La animada narración de sus autoflagelaciones en la Lima virreinal revela no solo el estudio de la sensibilidad de una época, sino la cabal aprehensión de la vida cotidiana y las formas perversas de la experiencia mística. El texto parece sugerir que la causa de esa profunda sensación de autoculpabilidad de la santa provenía también del mismo síntoma que padecía Delicia.
Aunque algo estereotipados, la madre prostituta y el padre militar mutilado son sujetos disfuncionales que jaquean las distinciones entre cordura/locura del personaje y su entorno familiar. En toda la novela, los cuerdos son personajes desrealizados y caóticos. La regularidad, la seguridad y el orden están dentro de la casa amarilla. El lenguaje de la loca Delicia es su verdadera morada, el único territorio que le permite existir socialmente mediante el simulacro de la interacción con el mundo hostil de los hombres sanos. La prosa ha sido minuciosamente trabajada, en sus mejores momentos, el ritmo crea una sensación de trance hipnótico. No obstante, a veces, el lector lamenta los bruscos cambios de registro verbal que solo buscan crear una frase efectista, pero que terminan lesionando la trama invisible de las palabras. Esta buena novela marca la resurrección de un autor que superó la vorágine kitsch de la marginalidad urbana, y que halló en las habitaciones de la locura su voz más original y creativa.
Marcel Velázquez

Desolada y bella, La casa amarilla es la historia de una joven herida y frágil que por su resistencia a vivir en la mentira y las apariencias, ha sido internada en un sanatorio por una temporada sin término. No se trata, sin embargo, del mero relato de un evento psiquiátrico, sino de la exploración de las condiciones de la existencia que, en el caso de ella, se despliega entre el deseo y el ansia de vivir en el mundo y la imposibilidad de hacerlo dadas la degradación y la crueldad de las relaciones humanas. Implacable en la búsqueda de las raíces de su propio dolor, la protagonista, en un rapto de lucidez extrema, ejecuta el acto en el que alcanzará la libertad y el sosiego.
Ganado por el buen manejo narrativo, dueño de una prosa sugestiva, Carlos Rengifo se interna en el lenguaje de las formas, donde lo lúdico se mezcla con lo poético, para entregarnos un texto eficaz en el que vislumbramos a un narrador experimentado, hábil en crear atmósferas decantadas y en pintar en breves trazos personajes fronterizos. Con esta novela, Rengifo da un giro singular en su producción literaria, dejando en evidencia su versatilidad creativa, y se constituye en una de las voces más representativas en la narrativa peruana de los últimos años.
Miguel Gutiérrez